La amabilidad hacia una/o misma/o es una práctica que muchas personas descuidan, especialmente en una sociedad donde la autoexigencia y la competencia se valoran altamente. Nos encontramos, a menudo, atrapadas/os en una espiral de autocrítica y desvalorización que nos deja agotadas/os emocionalmente y nos aleja de nuestro bienestar. Sin embargo, es fundamental reconocer que la amabilidad hacia una/o misma/o no es sinónimo de debilidad, ni de indulgencia excesiva, sino una forma de cultivar un espacio de aceptación y comprensión en nuestra relación interna.
Ser amable con una/o misma/o implica tratarnos con el mismo respeto y compasión que ofreceríamos a una/un amiga/o que está pasando por un momento difícil. En lugar de recriminarnos por cada fallo, es importante preguntarnos cómo hablaríamos a una persona cercana en la misma situación. ¿Le criticaríamos duramente o le ofreceríamos apoyo y palabras de aliento? Es curioso notar cómo solemos ser mucho más duras/os con nosotras/os mismas/os que con las/os demás.
La Gestalt, una corriente psicológica centrada en el aquí y ahora, nos invita a observar cómo nos tratamos en el presente. No se trata de evadir las emociones desagradables, sino de permitirnos experimentarlas sin juzgarlas. La autocompasión, en este sentido, es una herramienta clave para mantenernos conectadas/os con nuestras emociones y necesidades, sin caer en la autocrítica que tanto daño nos puede causar. «Darse cuenta» es el primer paso para sanar: reconocer nuestros patrones internos de diálogo negativo nos permite empezar a transformarlos.
La práctica de la autocompasión, según la psicóloga Kristin Neff, se basa en tres pilares: la autobondad, el reconocimiento de la humanidad compartida y la atención plena. La autobondad implica hablarnos con amabilidad y comprensión, incluso cuando no cumplimos nuestras propias expectativas. Esto nos ayuda a suavizar el impacto emocional de nuestros errores y a tratarnos con la misma paciencia que ofreceríamos a las/os demás.
Por otro lado, el reconocimiento de la humanidad compartida nos recuerda que no estamos solas/os en nuestra lucha. Todas/os cometemos errores, todas/os tenemos días malos. Cuando nos damos cuenta de que nuestras experiencias forman parte de la condición humana, nos liberamos de la trampa de pensar que nuestras fallas son únicas o excepcionales.
Finalmente, la atención plena nos invita a estar presentes con nuestras emociones, sin exagerarlas ni ignorarlas. Al notar cómo nos sentimos sin juzgar, podemos crear un espacio de aceptación donde nuestras emociones pueden fluir sin atraparnos en ciclos de negatividad.
Muchas veces, la autocrítica es vista como una herramienta de mejora personal. Se cree que al ser duras/os con nosotras/os mismas/os, nos motivaremos a mejorar. Sin embargo, la investigación ha demostrado lo contrario: la autocrítica constante puede generar ansiedad, baja autoestima e incluso impedir el progreso personal. La clave no es ignorar nuestras áreas de mejora, sino abordarlas desde la comprensión y el respeto hacia nuestro propio proceso.
Desde la perspectiva Gestalt, no somos seres incompletos que necesitan ser arreglados. En lugar de eso, somos seres que, en cada momento, están haciendo lo mejor que pueden con los recursos y la conciencia disponibles. Este enfoque nos invita a dejar de buscar la perfección y a abrazar nuestra naturaleza humana, con sus altibajos, contradicciones y aprendizajes.
En última instancia, ser amables con nosotras/os mismas/os no significa conformarnos, sino ofrecer el espacio necesario para crecer sin la carga de una crítica constante. Como bien plantea la Gestalt, lo que resistimos persiste. Al permitirnos sentir compasión por nuestras limitaciones, abrimos la puerta a la transformación genuina. Solo cuando nos aceptamos plenamente como somos, podemos comenzar a cambiar, no desde el juicio, sino desde la amabilidad y la autocomprensión.
La autocompasión no es una meta a alcanzar, sino una práctica continua que requiere atención y compromiso. Como cualquier habilidad, mejora con el tiempo y la práctica. Así que, la próxima vez que te enfrentes a un momento de dificultad, recuerda tratarte con la misma amabilidad y respeto que mereces, porque al final del día, el bienestar emocional comienza por cómo te hablas a ti misma/o.
Ejercicio 1: Diálogo compasivo
Piensa en una situación reciente en la que te sentiste mal contigo mismo/a por haber cometido un error o no haber cumplido con tus expectativas. A continuación, realiza el siguiente ejercicio:
- Describe brevemente la situación. ¿Qué pasó? ¿Cómo te sentiste?
- Imagina que un amigo o amiga cercana está pasando por exactamente la misma situación. ¿Qué le dirías para apoyarle? ¿Qué palabras amables y comprensivas utilizarías para ayudarle a sentirse mejor?
- Ahora, dirige esas mismas palabras hacia ti mismo/a. ¿Cómo te sientes al hacerlo? ¿Notas algún cambio en tu estado emocional?
Este ejercicio busca ayudarte a cambiar el enfoque y mostrarte que puedes tratarte a ti mismo/a con la misma bondad y compasión que ofreces a los demás.
Ejercicio 2: Meditación de autocompasión
Este ejercicio se basa en los tres pilares de la autocompasión según Kristin Neff: autobondad, humanidad compartida y atención plena.
- Encuentra un lugar tranquilo donde puedas sentarte cómodamente. Cierra los ojos y respira profundamente varias veces.
- Autobondad: Trae a tu mente una situación difícil por la que estés pasando o una crítica que te hayas hecho. Nota cómo te sientes al pensar en ello. Ahora, en lugar de criticarte, coloca una mano en tu pecho o en tu abdomen y di mentalmente: «Que pueda ser amable conmigo mismo/a en este momento».
- Humanidad compartida: Recuérdate que no estás solo/a en esto. Piensa en cuántas personas, en este preciso momento, pueden estar sintiéndose de manera similar. Repite mentalmente: «Estoy pasando por un momento difícil, pero no soy el/la único/a. Todos/as pasamos por esto en algún momento».
- Atención plena: Presta atención a tus emociones y sensaciones sin juzgarlas. Permítete sentir lo que estás sintiendo, sin exagerar ni rechazar nada. Simplemente observa y acéptalo, como parte de tu experiencia humana.
Repite este ejercicio siempre que sientas que la autocrítica está afectando tu bienestar emocional. Con el tiempo, podrás desarrollar una relación más compasiva contigo mismo/a.